La situación que Orwell plasmó en palabras no es muy distinta a la que vivimos hoy en los ámbitos políticos, económicos y culturales que presentan las sociedades de consumo actuales, cuyo totalitarismo es plutocrático y a pesar de eso no se escapa de predicar la doctrina del Gran Hermano.
Si bien la libertad de empresa es restringida, la situación económica es nutrida por la pobreza que genera el gran hermano a través de sus medios de distracción, de la complicidad de sus ministerios y demás colaboradores de la maquinaria estatal que sostiene el régimen oceánico. Los niveles de pobreza siguen subiendo a medida que el estado interviene con sus políticas dictatoriales.
El estado es controlado por solo un partido en realidad, el nivel de abuso de autoridad llega a tal punto de intervenir con la sociedad por medio de los medios de comunicación y una cortina de humo que utilizan para llevar a cabo el adoctrinamiento necesario para suplir las necesidades políticas del Gran Hermano.
La esclavitud como principal instrumento a la hora de establecer la doctrina del shock requerida, en la que se propone una desaparición forzada -patrocinada por el partido- y la posterior labor ejercida por el ministerio del amor que no duda en ejercer el shock ante la población, así se mantendrá el régimen y el adoctrinamiento.